Hace unos días, muy pocos, empecé a ir a Sol. El jueves me pasé un rato corto, más con intención turística y curiosa que otra cosa. Por mucho que vayas con esa intención o sin saber nada del asunto el campamento te atrapa. Y no hay otro sitio después donde se pueda ir, ni otra cosa que se pueda hacer. He pasado muchas horas allí el viernes, el sábado, y el domingo. Y aún estoy maravillada de lo que es. De lo que está siendo posible. En Sol. En el centro de Madrid. En toda la plaza. Y en las calles de alrededor, porque la acampada se extiende y se respira por toda la zona. Es un ser vivo. Y claro que respira, va creciendo como sin querer, con una mezcla de organización perfecta y caos que le da vida a borbotones. Pasas por allí y no ves manos quietas, ni siquiera a las ocho de la mañana cuando están despertando: ya hay gente en los puntos de información, ya hay gente preparando desayunos, y gente que se ha quedado despierta toda la noche. Gente actualizando la pizarra con la lista de cosas necesarias y urgentes para el día. Manos. Manos por todas partes.
Lo que más me ha llegado al corazón óy qué le vamos a hacer, es el espíritu de mis otras hierbasó, es la huerta que han montado en una de las fuentes. Tienen albahaca, calabacín verde, lechuga, tomates cherry y pimiento largo. Y carteles que dicen lo siguiente: si aguantamos 40 días comeremos lechuga, o también: si estamos aquí un par de meses comeremos calabacín. Todo protegido (cómo no) por kodamas y caracoles al sol, pintados y clavados en la tierra, como guardianes del huerto.
Ayer por la tarde, en la tetería, nos dieron agua caliente para hacer mate. Estaban sirviendo té en vasos de plástico que pedían por favor a la gente que los devolviera para lavar y reusar. La tetería es uno de los puntos nuevos de estos días. Hay una biblioteca, con periódicos, libros y un buen sofá para sentarse. ÁY con luz! Ayer por la tarde instalaron alargadores y enchufes protegidos y aislados por si se pusiera a llover. A cada momento hacen falta voluntarios para todo, por altavoces piden electricistas, o pinturas de cara para los niños de la guardería, o pan, o comida para celíacos, o bombillas económicas de quince voltios y casquillos grandes, o hielo. Hace falta, ahora mismo, más personal sanitario: enfermeros, masajistas. Hacen falta terapeutas, y mediadores, y educadores sociales. Hace falta comida, mucha comida.
Hay movimiento continúo, ayer mismo un grupo de gente promovía esto en medio de la calle Mayor, filas de personas haciendo movimientos de chikung, de un lado a otro, despacio. Otro grupo se tumbó en el suelo con las manos hacia arriba para llevar en alzas a voluntarios que luego continuaban la fila. Y después del minuto de silencio de las doce de la noche saltaron globos por los aires, globos de colores. El mundo gira alrededor de Sol, claro que sí. Y alrededor de las otras plazas donde se están organizando campamentos. En los barrios, sobre todo en los barrios donde esto se va extender a lo largo de la semana con intención de perdurar, de calar a fondo.
Y cómo dice un cartel de los tantísimos que hay por todas partes: «Dime con quién vas, y si no está en Sol, te lo traes». Entras en Sol y te quedas dentro, el tiempo corre de forma distinta, no hay intención de hora, solo de acción. Y el espacio, estás sentado debajo de la estatua del caballo de Carlos III y no te sitúas para nada. ¿Esto es Sol? Sí. Esto es Sol.
ÁGracias por todas tus verdeS palabras Mariana! Sigue aromatizando con tus impresiones. ÁÁQué bien huelen!!
Es que Sol enamora :)
sí
y el bichillo ha llegado hasta Barcelona*
hmmm
qué bueno
qué bueno!
(zzz)