La vida de ficción
El otro día me comentó un amigo que su hija pequeña acababa de descubrir que el Ratoncito Pérez no era real. Y estaba de lo más triste. ¿Cómo que no es real, quién se ha atrevido a decir algo así? De algún sitio vendrá la leyenda aquella sobre las hadas —¿o eran duendes?—, esa que dice que muere una cada vez que un niño deja de creer en ellas. Conozco a la hija de mi amigo desde que tenía cuatro años, y es una de las niñas con más imaginación con las que me he topado en la vida —si es que hay algún niño que no la tenga—. No me podía creer que tuviera un problema así, a los nueve años. Porque claro que existe el Ratoncito Pérez, y existe mientras se pueda creer en él. ¿O no existen Sherlock Holmes, el monstruo de las galletas, o Gregor Samsa? Siento poner todos en la misma balanza, pero es que existen de verdad en la ficción. Y son tan reales como un elefante africano. Podría entrar a decir que la realidad que asumimos como real tampoco es así, que la realidad que percibimos con los sentidos es la mejor ficción Seguir leyendo